22.1.08

Sala de espera

Uno llega y hay niños jugando todo por ahí y no hace nada porqué espera. Revistas lee, diarios lee, libros lee y el tiempo vuela. Las pruebas de aptitud, los caramelos, las bodas de plata, y jugar al Rummy hasta el cansancio. Algunas dolencias, algunos olvidos, algunas crueldades bien redactadas y enviadas al remitente equivocado. Algunas personas que no tuvieron su oportunidad, que la merecen pero no se atreven a entrar al consultorio mientras el doctor está atendiendo a otra paciente. Entonces, se sientan al lado de señoras que hablan mucho y pretenden leer una revista pero miran de reojo esa puerta.

Las peleas, las angustias, los recuerdos, las hamacas se siguen moviendo. La moralidad que no te deja ser, la inconciencia social te limita. Y no experimentás ni la mitad de las cosas por miedo a caer en la tentación, por miedo al cambio, porque te gusta tanto la comodidad de tu vida ya vendida al mejor postor y para siempre. Es difícil ser uno mismo, y por eso adoptás treinta y siete caras para las treinta y siete situaciones distintas.

Y finalmente te guardan en un cajón marrón (o negro, según esté de moda), lustrado y laqueado con un pedazo de mármol más arriba y lágrimas y flores por doquier y recién ahí el turno es tuyo, el número que tuviste en tus manos desde que viste la primera luz. Ahora te corresponde pasar, toda una vida de espera para morir tranquilamente y con la satisfacción de haber hecho todo lo que se pudo. Pero no, sólo esperaste a que llegara el turno. ¿Y sabés qué? El doctor ya cumplió su horario de trabajo, y te dan turno para la semana que viene.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ah pero es una idea afanada de la canción de Calamaro "DIEZ AÑOS DESPUÉS"!!!
Clara